martes, 10 de marzo de 2009

Supersticiones

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He comprobado que buena parte de la gente conserva hábitos supersticiosos. Son muchos los que temen pasar debajo de una escalera. Hay quienes depositan sus esperanzas deportivas en ciertos rituales llamados cábalas, que repiten para que la suerte no los abandone.

Esta circunstancia puede parecer a primera vista insignificante. Sin embargo creo que no lo es tanto, pues en cierto modo pone de manifiesto algunas fallas importantes en la formación del pensamiento crítico de las personas. ¿Cómo alguien puede establecer una relación de causa efecto entre el acto de pasar debajo de una escalera y un suceso posterior cualquiera? ¿cómo alguien puede pretender que el hecho de entrar a una cancha de fútbol con el pie derecho le ayude a ganar un partido?

Por un lado podemos observar que una noción tan vaga como la de mala suerte ofrece ventajas para la conservación de estas creencias. La mala suerte es tan imprecisa que con un poco de esfuerzo la podemos encontrar en cualquier episodio de nuestra vida. Por eso es difícil demostrar que romper un vidrio no nos trae mala suerte. Siempre nos podrán decir que, en cierto modo, posteriormente hemos tenido mala suerte.

Por otro lado, según las supersticiones populares, la idea de causa se reduce a la anterioridad de un hecho respecto de otro; simplemente se considera la ubicación en el tiempo y no la pertinencia y regularidad de esa relación. Me explicaré. Si abro un paraguas dentro de mi casa y luego me pego un porrazo, no hay entre los dos hechos más relación que la de sucesión temporal, uno se da antes que el otro. Pero obviamente esto no es suficiente para atribuir al hecho de abrir el paraguas la causa del porrazo. Para establecer una causa debemos encontrar además pertinencia: o sea si al abrir el paraguas el peso de éste me desestabiliza es pertinente que le atribuya la culpa de mi caída. Otro factor que se debe dar es la regularidad: es decir, siempre que abro un paraguas en una casa me pego un palo. Pero resulta que esto no se observa en la realidad, por tanto no hay entre los dos hechos ninguna relación causal.

Las supersticiones no son perjudiciales en sí mismas pero señalan deficiencias en el rigor del pensamiento.

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