sábado, 30 de mayo de 2009

Los artefactos y su política

Oh abnegado lector, heme aquí nuevamente después de tanta espera y ausencia...

Ehem, bueh, tuve un arranque poético, pero no desespereis que no vuelve a pasar. Es que hacía tanto que no escribía nada que me pasan estas cosas, me pica el gusanillo de la poesía, que en mi caso es el de la cursilería.
Aprovecho este tiempo mínimo de tregua en la carrera para actualizar este espacio. La verdad últimamente no he tenido respiro.

Pero dejemos de perder el tiempo y vamos a lo que nos ocupa.

En uno de los post inaugurales del blog tratamos (con mis compañeros Cesar y Corina) el tema de la ética y la tecnología.
Y a propósito de ese asunto, hace poco halle un artículo imperdible de Langdon Winner que aporta una visión novedosa, lúcida y audaz: ¿Tienen política los artefactos?
Pero hay que aclarar que lo que para mí constituye un hallazgo no es precisamente una novedad. En realidad el artículo es de 1983. Bueno, sí me tarde unos añitos en encontrarlo... pero bueh. Como sea, les dejo una reseña con la intensión de inducirlos a que lean el artículo, que es mucho más interesante que lo que yo pueda decir de él.

Resumiendo y simplificando podemos decir que, por un lado, hay quienes entienden que la tecnología es la que determina su propia evolución y la sociedad solo se encarga de adoptarla y acomodarse a ellas. Esta sería la postura del determinismo tecnológico.

Por el otro lado está la postura que entiende que la tecnología en sí misma no hace diferencia, son las relaciones sociales las que determinan qué sucede con ésta o aquella tecnología. Sin embargo este enfoque no da a la tecnología mayor importancia. Lo que plantea el autor es una visión más inquisitiva respecto de lo que hay detrás de los artefactos.
"Más que insistir en que reduzcamos todo a una mera interrelación entre fuerzas sociales, sugiere que prestemos atención a las características de los objetos técnicos y al significado de tales características"
Lo novedoso de esta postura está en que extiende la visión reduccionista según la cual sólo el uso y la aplicación de las tecnologías son de naturaleza política. Las tecnologías vendrían a ser simplemente artilugios meramente instrumentales y prácticos exentos de toda función social y política.
Sin embargo, el carácter político de los artefactos tecnológicos no se reduce solamente a su aplicación, como generalmente se cree; su naturaleza política también puede rastrearse en su diseño, en la invención, en el propio nacimiento de los aparatos. Hay tecnologías que nacen con un determinado fin, con un interés en provocar un efecto social específico.

Y si no me creen, ahí están las autopistas de Long Island, obra de Robert Moses, especialmente diseñadas para impedir que el transporte público -en el que viaja el tipo de gente que no le gustaba ver al amigo Robert- las transitara.
"Como el diseñador Lee Koppleman comentó a Caro acerca de los puentes tan bajos de Wantagh Parkway: "El viejo hijo de puta se aseguró bien de que los autobuses nunca lograran acceder a sus malditas avenidas." (Caro, 1974: 952)."
No sé por qué pero me hace acordar a Gustavo Posse y el muro de la Horqueta. Y no sólo por sus intenciones, también por el epíteto, que le aplica a la perfección.

Otro ejemplo de la naturaleza política de los artilugios tecnológicos es el caso de Cyrus McCormick en 1885. Resulta que en la fábrica de segadoras de Chicago Cyrus McCormick se implementó una nueva maquinaria aun sin testear, que funcionaba por medio de un sistema neumático. Pero ésta innovación no se implementó por motivos técnicos ni económicos. En esa época el dueño de la fábrica se encontraba en medio de una fuerte puja con el sindicato de forjadores. La nueva maquinaria podía prescindir de esos molestos y revoltosos trabajadores y emplear otros nuevos que aprenderían los nuevos mecanismos.
La innovación tecnológica finalmente no le resultó, era más onerosa y se obtenían peores resultados, por lo que la maquinaria inicial fue restituida; pero el objetivo principal se había logrado: la batalla con el sindicato se había ganado y se pudo mantener a los empleados a raya: nada de reclamos, nada de huelgas, nada de sediciones.


El artículo continúa con otros ejemplos pero son un poco más complicados de referir y me tomaría más tiempo, que es lo que no me sobra en este momento.
Lo único que no me convence del todo, es que los ejemplos que Winner trae a colación se perciben más bien como situaciones excepcionales y no como algo que sucede regularmente. Incluso él mismo no ha dejado de notar ese rasgo en algunos de los ejemplos. De todas maneras eso no quiere decir que por eso queda invalidada la teoría, sino que habría que extender los estudios a contextos más normales para poder determinar si los artefactos en general sirven como instrumento de dominación social y política. Después de todo no sería nada de extrañar.

Hasta la vista.

domingo, 26 de abril de 2009

El lanzamiento de la Biblioteca Digital Mundial

Biblioteca Digital Mundial

Como digo una cosa digo la otra
La Chimoltrufia

Si bien en el post anterior he desaprobado la defensa del derecho de autor por parte de la Unesco, debo aclarar ahora que no se trata de una desaprobación general de esa institución. Obviamente no creo que la Unesco sea un Organismo perverso. Pero sí creo que comete grandes, enormes errores en esa materia.
No obstante, en otros aspectos hay que reconocer que está haciendo un buen trabajo. Sin ir más lejos, ahora debo ponerme de pie, sacarme el sombrero y aplaudir con vítores y chiflidos el lanzamiento del sitio Biblioteca Digital Mundial. Si quieren saber de qué se trata este megaproyecto ingresen al sitio. Por lo pronto les dejo algo de información extraída de la propia página de la Biblioteca:
"El Bibliotecario del Congreso de los EE.UU. James H. Billington propuso la creación de la Biblioteca Digital Mundial en un discurso dirigido a la Comisión Nacional de los EE.UU. para la UNESCO en junio de 2005. La idea básica era crear una colección en Internet, de fácil acceso, de todos los tesoros culturales del mundo que contaran las historias y destacaran los logros de todos los países y culturas, promoviendo así la sensibilización y el entendimiento intercultural. La UNESCO acogió la idea como contribución para cumplir los objetivos estratégicos de la UNESCO, que incluyen promover las sociedades del conocimiento, aumentar las capacidades de los países en desarrollo y promover la diversidad cultural en la web."


miércoles, 22 de abril de 2009

Día del libro y del derecho... al monopolio intelectual


El 23 de abril se celebra, como ustedes saben, el Día del libro y del derecho al monopolio intelectual...no perdón del derecho de autor.

Qué puedo decir. Es que ese agregado ...y del derecho de autor al Día del libro me resulta francamente molesto. Me quedo con la primera parte del día, con las primeras 12 horas, que son las del libro, las del derecho de autor prefiero no celebrarlas.
Me pregunto por qué no lo llamaron mejor Día del libro y del derecho a la Cultura, o mejor Día del libro y del copyleft, o Día del libro y del Procomún.

No puedo menos que deplorar la decisión de la Unesco de contaminar esta recordación, que nació con la noble intención de rememorar y homenajear al libro, con la extensión del homenaje a esa oscura y desafortunada institución legal llamada derecho de autor; como si fueran ambos, libro y derecho de autor, igualmente beneficiosos. Esa es una forma no muy sutil de legitimar la privatización del conocimiento. Es una manera de presentar al Derecho de Autor como esencial para la existencia y supervivencia del libro. Los que amamos y cultivamos el libro debemso también amar y cultivar el derecho de autor, eso el lo que nos dicen con esta celebración conjunta de ambos artificios.

Y según esa lógica diríase que sólo los libros protegidos por derecho de autor son valiosos, y los otros, los que han pasado, con el tiempo, al dominio público, y los que han nacido directamente sin restricciones para su copia y redistribución serían despreciables. Pero es justamente al revés: los libros libres son los que más provecho generan a la sociedad, pues no amenazan a los interesados con demandas por atentar contra la propiedad de nadie, y por eso se comparten, llegan a más lectores, y lo que eran signos en una hoja o pantalla se convierten en conocimientos, ideas y pensamientos nuevos que generarán a su vez más conocimiento.

Y esta legitimación es peor que peor tratándose de un Organismo como la Unesco desde el cual se supone deben emanar políticas tendientes al libre acceso a la cultura. Pero paradójicamente este organismo se empeña en mantener el paradigma económico del mercado, según el cual todo lo que hace un individuo tiene el propósito de obtener ganancias personales y ese individualismo mercantilista generará, a la larga, un nivel de riqueza tan elevado que alcanzará a la sociedad toda. En ese mundo la libertad no es libertad de compartir, es libertad de empresa, libertad para privatizar, para apropiarme de lo que debería ser público. Obviamaente en ese paradigma no entran las categorías más humanas como la moralidad, la cooperación, la solidadridad, el interés social. No, nada de eso, todo lo que hace el hombre persigue fines egoístas indefectiblemente y toda otra conducta es una ingenuidad o una locura.

Y la estrategia más hábil de los grupos económicos, la movida de ajedrez, consiste en lograr que justamente aquello que les da poder sea visto por los propios perjudicados como un favor, una protección, una manera de defenderse. Y así el derecho de autor se convierte en una bandera que no sólo ellos enarbolan, sino los autores, la gente de la cultura, los bibliotecarios, el público y demás desprevenidos. ¿Nuestro amo juega al esclavo?

sábado, 18 de abril de 2009

El nacimiento del copyright

Les dejo un fragmento del imprescindible artículo de Wu ming: Apuntes inéditos sobre copyright y copyleft (2005). Un claro ejemplo de que el conocimiento de la hisotria nos abre los ojos.


Nacimiento del copyright y censura: contra el "mito de los orígenes" liberal


Volvamos al ABC, poniendo uno tras otro los hechos conocidos y recapitulados en varias ocasiones. La historia del copyright comienza en el siglo XVI en Inglaterra. La difusión de la imprenta, la posibilidad de distribuir varias copias de un escrito, infunde ánimo a quienquiera tenga algo que decir, especialmente para lo político. Hay un auge de panfletos y diarios. La Corona teme la difusión de ideas subversivas y decide confiar a alguien el control de lo que se imprime.
En 1556 nace la corporación de los Stationers [editores-tipógrafos-libreros], casta profesional a la cual se concede en exclusiva el "derecho de copia" [copy right], y por ello detenta el monopolio de las tecnologías de impresión. El que quiera imprimir algo tiene que pasar por su tamiz. Hasta entonces todo era distinto, todos podían hacer imprimir copias de una obra literaria o teatral, el autor no se preocupaba porque no mantenía los derechos (que no existían), lo importante era que las obras circularan y aumentaran la fama del autor, porque de ese modo captaría la atención de muchos comitentes (mecenas particulares, entes culturales de diversos tipos como teatros, etc.). A partir de ese momento, en cambio, una obra podía imprimirse solamente si obtenía el visto bueno (en la práctica, la aprobación de la censura de estado) y se anotaba en el registro oficial -¡atención a este detalle! - a nombre de un stationer, que se convertía en el propietario de la obra en el interés del estado.
Toda la mitología "liberal" sobre el copyright como derecho natural, que nace espontáneamente gracias al crecimiento y a las dinámicas del mercado... ¡son patrañas! El origen remoto del copyright reside en la censura previa y en la necesidad de restringir el acceso a los medios de producción de la cultura (es decir: restringir la circulación de ideas).
Pasa un siglo y medio y durante este período la autoridad de la Corona sufre ataques inauditos: la rebelión escocesa de 1638, la "Grand Remonstrance" parlamentaria de 1641, el estallido de la guerra civil en el año sucesivo, la revolución de Cromwell con decapitación del rey incluida... Hacia finales de los años cincuenta del siglo XVII regresa la monarquía, pero la situación permanece inestable y finalmente el Parlamento logra imponer a la Corona una Declaración de derechos. Desde ese momento, la monarquía inglesa será una "monarquía constitucional".
Se necesita enumerar estos acontecimientos para poder entender cuanto se modifica, en ciento cincuenta años, la actitud hacia el soberano, y por lo tanto también hacia la censura previa, y por consiguiente también hacia el poder de los stationers. Respecto a estos últimos cada vez hay más intolerancia, así se decide abolir el monopolio sobre el derecho de impresión.
Los stationers iban a ser golpeados donde más duele, esto es en el bolsillo, y entonces reaccionan con rabia. Comienzan a presionar para que la inminente nueva ley reconozca los intereses legítimos y de todos modos les resulte ventajosa. He aquí el nuevo discurso: el copyright pertenece al autor; el autor, no obstante, no posee máquinas tipográficas; tales máquinas las posee el stationer; ergo: el autor de todos modos tiene que pasar a través del stationer. ¿Cómo regular este "pasaje"? Sencillamente: el autor, en su propio interés para que la obra sea impresa, cederá el copyright al stationer por un período a establecerse.
Al final de cuentas, la situación es más o menos la misma. Lo que cambia es la fuente, el presupuesto jurídico. La justificación ideológica ya no se basa en la censura, sino en las necesidades del mercado. Toda mitología derivada sobre el derecho de autor proviene de la estratagema argumental del grupo de presión de los stationers: el autor, de hecho, está obligado a ceder los derechos, pero está obligado... por su propio bien.
Las consecuencias psicológicas serán devastadoras, se llegará a una variante del "síndrome de Estocolmo" (el amor del secuestrado hacia su propio secuestrador), autores que se movilizan en defensa de un statu quo cimentado en su estar a los pies de la mesa a la espera de migajas y de una caricia en la cabeza, paf, paf... ¡guau!
La ley es el célebre "Statute of Anne" - predecesor de todas las leyes y acuerdos internacionales sobre el derecho de autor, como la convención de Berna de 1971, el Digital Millennium Copyright Act, el Decreto Urbani, etcétera - que entra en vigor en 1710. Es la primera definición legal del copyright tal como se lo concibe hasta hoy día, o mejor dicho, hasta esta mañana, porque después del mediodía alguien ha comenzado a ponerlo en duda.
Las dudas surgen porque hoy muchísimas personas pueden realizar una "copia", probablemente casi todos.
Muchos de nosotros tenemos en casa a los herederos domésticos de las tecnologías monopolizadas por los stationers. Para hacer una copia de una obra ya no se necesita pasar a través una corporación profesional. Los herederos de los stationers fueron desplazados por la revolución de microelectrónica iniciada en los años setenta, por el advenimiento de lo digital, por la "democratización" del acceso a la computación. Primero la fotocopiadora y el cassette de audio, luego el videograbadora y el sampler, después la grabadora de cd y el peer-to-peer, finalmente las memorias portátiles del tipo i-Pod... ¿Cómo es que se puede pensar que todavía sea válida la justificación ideológica del copyright, esa que dio forma al Statute of Anne?
Está claro que todo debe ser reformulado, ¡este proceso cambia el rostro, el cerebro y el corazón de toda la industria cultural! Se necesitan nuevas definiciones para los derechos de los que crean, de los que producen y de los que ponen a disposición.
Si una "obra del ingenio" puede llegar al público sin la mediación de un editor, de una discográfica, de productores televisivos o cinematográficos, son ellos quienes tienen que interrogarse sobre como seguir, los que tienen que inventarse algo, los que tienen que redefinir su propia función empresarial y su propia razón social. Intentar mantener con la amenaza de la cárcel un monopolio que ya no tiene más fundamentos significa adentrarse en un callejón sin salida, es un comportamiento de Ancien Régime, de autocracia zarista. Por suerte algunos comienzan a darse cuenta.

sábado, 11 de abril de 2009

Los peligros de Wikipedia

En este artículo de Rebelión Micah White nos advierte sobre los peligros de fiarnos excesivamente de unas pocas fuentes de información. Cuanto menor es el número de fuentes que utilizamos mayor es el riesgo de homogeneización del pensamiento. Dicho de otro modo, si todos nos informamos con las mismas fuentes todos terminaremos, no sólo sabiendo lo mismo, sino incluso pensando lo mismo.
Y eso no es todo, si la fuente elegida es Wikipedia no sólo seremos homogeneizados sino que estaremos irremediablemente mal informados. Baste mencionar a título de ejemplo las 16.000 contribuciones del doctor Essjay, hombre culto que contaba con dos doctorados; o por lo menos eso se pensaba hasta que se descubrió que en realidad no era más que un comedido muchacho de 24 años que mentía sobre su educación formal, ¡ni doctorado ni ocho cuartos! Y como éste, han de haber miles de casos de voluntariosos irresponsables que mandan cualquier cosa con tal de ver sus elucubraciones personales en una página de la famosísima Wikipedia.
Además se debe tener en cuenta que al utilizar todos siempre la misma herramienta de búsqueda, el todopoderoso Google, el orden de los resultados de búsqueda condiciona las posibilidades de variación en las páginas leídas, ya que nunca vamos mucho más allá de la página 3 de resultados.
“Quien controla los resultados de la búsqueda controla también al autor de la búsqueda” dictamina con preocupación el autor. Y por último concluye que la salida se encuentra en las bibliotecas y en desenchufar la computadora.

Bastante lúgubre la visión de White. Creo que demasiado para mi gusto. Y es que si bien uno no puede menos que convenir en que Wikipedia es una fuente poco fiable, y que
también se puede dudar del carácter aséptico, no influído por intereses comerciales, del orden en que Google nos devuelve los resultados de nuestra búsqueda, tampoco podemos pasar por alto un hecho fundamental: los caudales de información que circulan por la red son enormes, inimaginablemente grandes. Para que nos demos una idea veamos algunos números, un poco viejitos, extraídos de este artículo de Laura Siri en la Revista Alambre

"Según un informe de la consultora internacional IDC y el fabricante de sistemas de almacenamiento EMC, en el 2007, la cantidad de información creada estuvo a punto de sobrepasar, por primera vez, la capacidad física de almacenamiento disponible. El estudio recuerda que, en 2006, la cantidad de información digitalizada fue 3 millones de veces mayor que la de todos los libros escritos. En 2006, la cantidad de información digital creada, capturada y replicada fue de 1,288 x 1018 bits, esto es 161 exabytes o 161 billones de gigabytes. Esto es más de lo generado en los 5000 años anteriores."

Y en este caso la cantidad sí importa y muchísimo. Sería simplemente tonto sostener que en esa formidable abundancia de información hay poca que valga la pena. Lo recomendable en verdad es desarrollar las destrezas que nos permitan buscar información de forma eficiente pero sin hacernos dependientes de ninguna herramienta específica, sea Google o cualquier otra, porque no hay recetas perfectas para la búsqueda en ese torbellino vertiginoso que es la red.
Por otro lado no sólo la información digital es dudosa. También existen libros francamente desechables. El hecho de que hayan sido impresos en papel no garantiza su calidad ni mucho menos. De hecho hay mucha superchería y otras sandeces pululando en formato libro.
Pero no por eso vamos a dejar de ir a la biblioteca. Es que no se trata de elegir un formato en detrimento del otro: o la red o la biblioteca. Se trata de complementarlos, no es una competencia: los libros contra la Web. Ambos sirven a los mismos fines: ofrecerle a las personas acceso al conocimiento, a la cultura, al pensamiento crítico, son herramientas fundamentales para el logro de la libertad del individuo.