En esa peculiaridad reside la maravilla de las ideas. Uno disfruta y aprovecha al máximo las ideas ajenas, las degusta y precisamente en ese proceso se enriquecen las ideas y las personas.
En El hombre común Chesterton dice sobre Henry James:
Puede resultar sorprendente y hasta cómico compararlo con Dickens o con Shakespeare; pero lo que lo hace grande es lo que los hizo grandes a los otros, y lo que sólo puede hacer grande, en el mayor sentido, a un hombre de letras: las ideas, el poder de generar y de dar vida a una incesante producción de ideas. Está equivocado quien afirma que lo que importa es la calidad y no la cantidad. La mayoría de los hombres han hecho algún chiste bueno en su vida; pero hacer chistes como los hacía Dickens es ser un gran hombre. Muchos poetas olvidados han dejado caer un poema lírico con alguna imagen verdaderamente perfecta. Pero cuando abrimos cualquier obra dramática de Shakespeare, buena o mala, en cualquier página, importante o no, con la seguridad de encontrar alguna imagen que por lo menos atrae a la vista y probablemente enriquece la memoria, estamos poniendo nuestra fe en un gran hombre.
[...] Y por más grande que parezca la distancia, es verdad, en el mismo sentido, que tomamos al azar de un tesoro de mustras únicas de ingenio cuando pensamos en cualquiera de las innumerables ideas nuevas de Henry James...
Se podría decir lo mismo del propio Chesterton.
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